PALABRAS DEL DOMINGO

En el desierto para ver claramente – Tercer domingo de Adviento

Photo André Myre

Par André Myre

PALABRAS DEL DOMINGO

7 diciembre 2022

Foto por Michael Lee / Unsplash

El texto utilizado este domingo (Mt 11,2-11) está tomado de una sección del evangelio de Mateo que trata de los allegados de Jesús (10,1-20,34). En este caso, se trata de su relación con Juan. Es cierto que el autor habló de esto al principio de su relato en el contexto de su encuentro; sin embargo, retoma el tema para evaluar la actividad general de los dos hombres[1].

 

Mt 11,2 Entonces Juan, quien desde la prisión escuchó sobre las obras del mesías, mando a dos ses partidarios 3 para decirle:

¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?

4 Y respondiéndoles, Jesús les dijo:

              Vayan y reporten a Juan lo que escuchan y ven:

                            5 los ciegos ven y los cojos caminan,

                            los leprosos son purificados y los sordos oyen,

y los muertos resucitan y los pobres reciben buenas noticias,

6 Y dichoso el que no es desestabilizado por mí.

 

7 Cuando éstos se fueron, Jesús empezó a decir a la gente sobre Juan:

              ¿Han salido al desierto para ver qué?

                            ¿Una vara sacudida por el viento?

              8 Pero, ¿qué han salido a ver?

¿Un hombre con prendas lujosas?

Es en las casas de los príncipes donde se encuentran las personas proclives al lujo.

           9 ¿Pero qué salieron a ver?

¿Un profeta?

Sí, les digo, mucho más que un profeta. 10 De él está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero ante tu rostro,

quien preparará el camino delante de tí.[2]

11 ¡Confianza ! es digo que entre los que han dado a luz las mujeres, no se ha levantado uno más grande que Juan el Inmersor. Sin embargo, en el régimen de los cielos, el más pequeño de ellos es más grande que él.

 

Traducción

 

Mesías (v 2). Cuando los reyes de Israel eran coronados, se les ” ungía” con aceite. Uno de sus títulos hebreos era, por tanto, mâshiach, que significa “el que ha sido ungido”, y que, traducido fonéticamente al griego o al latín, es el origen de nuestra palabra “mesías”. El griego también tradujo el término hebreo como christos, de ahí nuestro título “cristo”. En español, las palabras “ungido, mesías, cristo” son equivalentes, salvo que en griego Christos se utiliza a menudo como nombre propio de Jesús[3]. La elección que hay que hacer en los textos entre el título y el nombre propio no suele ser nada fácil.

Partidarios (v 2). Juan y Jesús no eran maestros que formaban discípulos para compartir su doctrina, sino opositores al sistema existente, de estilo profético. Por lo tanto, buscaban personas que se atrevieran a “tomar partido” por ellos.

Buenas noticias (v 5). Literalmente, el texto dice que los pobres son evangelizados; el contexto indica claramente que no se trata de la proclamación oral del evangelio, sino de la llegada de “buenas noticias” concretas, como la recuperación de la salud de los enfermos.

Dichosos (v 8). En el evangelio, se dice que los pequeños, especialmente los pobres, serán dichosos, porque en el régimen de Dios serán los testigos “dichosos” del cambio radical a su favor. Los partidarios de Jesús están invitados a llevarles las buenas noticias, para que puedan tener esperanza en el futuro.

Desestabilizado (v 6). El escándalo del que habla el Evangelio es el efecto desmovilizador o desestabilizador de los esfuerzos del sistema por apartar a los de abajo de la visión subversiva que les ofrece Jesús.

Confianza (v 11). El griego reproduce la palabra hebrea amèn, que es una llamada a la “confianza”. El término no pide fe en una declaración, sino una actitud de apertura y esperanza en una circunstancia difícil.

 

Materiales utilizados

 

Mateo ha reproducido íntegramente dos piezas que se sucedían en la fuente Q:

 

vv 2-11 = Q 7,18-19.22-28.

 

Juan y Jesús

 

La pregunta de Juan, que parece bastante sencilla, es en realidad compleja. Ya hemos visto que la figura que esperaba que viniera era el Humano (o hijo del hombre), una especie de palabra clave para referirse al Juicio de Dios[4]. Es casi imposible que Juan haya imaginado a Jesús como el Humano trascendente que esperaba.

Sin embargo, debió de tener un gran aprecio por el nazareno, porque antes de subir a Jerusalén por última vez, se detuvo en casa de algunos partidarios de Juan, donde evidentemente fue bien recibido (Jn 10,40-42). Ellos debían haber sabido que los dos hombres eran cercanos. Y este hecho seguramente también era conocido por la comunidad cristiana, como demuestra el agradecimiento de Jesús en el v. 11.

El final del texto muestra la profundidad de la admiración que Jesús sentía por Juan, su maestro, el detonante de la toma de conciencia de su misión. Esta admiración es casi escandalosa, ya que lleva a Jesús a considerar a Juan como el ser humano más grande que ha existido ( más grande que Moisés…). Sin embargo, para el nazareno, incluso este valor tiene sus límites, ya que bajo el gobierno de Dios, la grandeza se mide de manera diferente.

En efecto, todo lo que haya sido considerado grande en la Historia dejará de serlo ante la importancia de los enfermos, los pobres y los de abajo. En el reino de Dios, los criterios comúnmente utilizados para juzgar el valor de los seres humanos ya no se aplicarán. Se hará borrón y cuenta nueva. Debemos preocuparnos por estas palabras, que tienen sus raíces en el propio Jesús.

 

Tradiciones

 

La pregunta atribuida a Juan, según la fuente Q, fue formulada a partir de las serias discusiones que tuvieron lugar entre sus partidarios y los de Jesús sobre los méritos de sus respectivos maestros: ¿cuál de los dos era el más grande? Para los partidarios de Jesús, es evidentemente que él lo fue, y el texto nos ofrece uno de sus argumentos: Jesús no se limitó a hablar, como Juan, también fue un hombre de acción que hizo que ocurrieran cosas buenas para la gente, cosas fuera de lo común, adecuadas para alimentar la esperanza.

En el v. 5, la enumeración se refiere tanto a la enfermedad física como a la opresión social: los ciegos son los que están ciegos o no ven que el sistema les oprime; los cojos son los que, de alguna manera, tienen dificultades para avanzar en la vida; los leprosos están en cuarentena o marginados; los sordos están apartados de la vida social porque tienen dificultades para comunicarse, aunque no entienden las razones de su condición. Los muertos no existen o están perdidos en alguna parte del sistema.

Todas estas personas son pobres que necesitan buenas noticias, y la buena nueva fundamental que reciben es la de su reintegración en un entorno de vida en el que son reconocidos, un entorno que anuncia el régimen de Dios donde se les dará el primer lugar (v. 11). No es el aspecto “milagroso” lo que se plantea, sino la designación de aquellos para los que se establecerá el régimen de Dios, y en cuyo favor se tomarán los gestos salvadores de ahora en adelante[5]. El sistema responsable de la miseria y la enfermedad no durará mucho más. Para gran alegría de algunos, y para gran escándalo de otros (v. 6).

La segunda parte del texto subraya la importancia del desierto, que es el lugar de la ausencia del Imperio. En el desierto no hay gobierno, ni policía, ni ejército, ni financieros, ni nadie que organice el mundo según sus intereses. Los que habitan el desierto son los contestatarios (profetas), la oposición a los regímenes vigentes, los que se mantienen alejados de las modas del vestir o de otras modas -incluidas las modas del pensamiento (esas varas que se inclinan en todas direcciones)- y lejos de las mansiones lujosas.

El desierto del texto es, por supuesto, un lugar físico. Pero, sobre todo, es una imagen de la distancia que hay que crear en uno mismo entre la visión de las cosas del Imperio y la del evangelio. Según la Fuente, el Jesús que estaba en medio de la gente para curarla estaba tan alejado del sistema como Juan en el desierto.

 

Mateo

 

El comienzo del texto (v. 2a) es de la mano del evangelista Mateo. Hay que recordar que Mateo escribió más de medio siglo después de la muerte de Jesús. Comienza su libro con las siguientes palabras: Libro del origen de Jesús, mesías… Cuando redacta su evangelio, es evidente que considera al señor Jesús como el mesías, y así lo presenta a sus lectores. Sin embargo, hay que recordar las palabras de Pedro en los Hechos: “Dios ha hecho señor y mesías a este Jesús que ustedes han crucificado” (2,36).

Para Mateo, en el momento en que escribe su libro, Jesús es efectivamente el mesías. Para Lucas también, por supuesto, excepto que, como dice explícitamente, Jesús fue hecho mesías después de su muerte y no en vida. Todo esto es muy importante, si se quiere leer bien el evangelio. Trata esencialmente del mesías de la fe, que vive en el misterio de Dios en el momento en que se escribe el texto. Pero también recoge algunas de las acciones y palabras de Jesús, que se remontan a la época de su existencia histórica, antes de ser nombrado mesías.

El evangelio es un complejo vaivén entre estos dos momentos de la existencia de Jesús. Aprender a tener en cuenta estos dos tiempos en la lectura del evangelio nos permite comprender al Nazareno tanto en su vida histórica como en su dimensión de señor. Un buen ejemplo de esta lectura se encuentra en la lista de gestos atribuidos a Jesús. Está claro que curó a los enfermos en su Galilea natal.

Sin embargo, no es posible que haya resucitado de entre los muertos. Como dice Pablo: “Así como todos mueren por medio de Adán, así todos volverán a la vida por medio del mesías” (1 Cor. 15:22). Hay que distinguir entre las cosas que hizo Jesús de Nazaret en el pasado y las que hace constantemente el señor y mesías Jesús. El evangelio nos habla de ambas cosas al mismo tiempo[6].

Es interesante relacionar la desconcertante respuesta de Jesús en los vv 5-6 con respecto al criterio de juicio del Humano formulado más adelante (25:35-36). A los partidarios de Jesús no se les pide que hagan milagros, sino que lleven esperanza a las víctimas del sistema. No es espectacular, pero eso es lo que importa. Las hazañas religiosas no se tienen en cuenta.

 

Línea de significado

 

El texto es muy valioso y ofrece varias líneas de reflexión.

  1. Sin Juan, no habría existido Jesús. Es después de haber cruzado otras líneas de vida a través de múltiples encuentros que un ser humano encuentra la suya. Es enriquecedor rastrear el linaje de aquellos a los que debemos parte de nuestro futuro. Esto nos ayuda a ver si el camino de nuestra vida se cruza con el de Juan y Jesús.

 

  1. Sorprendentemente, y no sin importancia, no hay ninguna referencia a Dios, ni a nada religioso, en la respuesta de Jesús a la pregunta de Juan. El sentido de su vida es alimentar la esperanza de que el sistema responsable de la miseria y la enfermedad no durará mucho más, cuidando a las víctimas. Dichosos los que entienden esto y no se escandalizan por ello.

 

  1. Es imposible escuchar el desafío del evangelio sin mantenerse al margen del Imperio: su cultura, su música, su propaganda, su sistema económico, su religión, etc. Es lejos del Imperio donde se prepara el camino a seguir. El papel principal de la oración es precisamente crear esta distancia necesaria con el Imperio. Todavía hay tiempo para hacerlo de aquí a Navidad.

 

  1. Paradójicamente, es imposible seguir a Jesús si uno no ha sido más o menos desestabilizado por el evangelio. Se encuentra un sentido diferente de los valores; una lectura de la vida desde abajo, al nivel de la vida de los pobres; una llamada a dejar la visión común de las cosas y a adoptar un punto de vista que no proviene de la sociedad circundante sino de la frecuentación del “desierto”.

Tengo que dejar de pensar que soy un privilegiado de Dios porque tengo fe. Mi fe sólo me ha sido dada para cuidar a los verdaderos privilegiados de Dios. No se me juzgará por la profundidad de mi fe, sino por lo que me ha inspirado a hacer por la gente sencilla. Ellos serán grandes, y yo seré pequeño bajo el gobierno de Dios. Una restitución justa, una humildad necesaria.

 

Notes :

 

[1] La redacción mateana se indica en negrita.

[2] Mal 3,1.

[3] En hébreu ou en araméen, Jésus est distingué des autres par la mention de Nazareth, son village d’origine. On l’appelait donc Yéshoua ha-Notsri ou Ièsos Christos.

[4] Ver le commentaire de Mt 3,1-12, texto del Segundo domingo de Adviento.

[5] En este contexto, el Ps 146 es clarificator.

[6] Ver “De Jesús a Mateo – 50 años de historia. Introduccion al Año A”.

 

À PROPOS D’ANDRÉ MYRE

André es un reconocido biblista, autor de numerosos libros, profesor jubilado de la Universidad de Montreal y especialista de los Evangelios, particularmente el de Marcos. Durante varios años, ha dirigido numerosos talleres bíblicos.

 

Las opiniones expresadas en los textos son de los autores. No pretenden reflejar las opiniones de la Fundación Padre-Menard. Todos los textos publicados están protegidos por derechos de autor.

 

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